DESDE UN ANTES Y UN DESPUES

Nací sin saber por qué. He vivido sin saber cómo. Y muero sin saber cómo ni por qué.
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DESDE UN ANTES Y UN DESPUES
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Para ver un lunar en nuestra cara es necesario mirarnos a un espejo, de otro modo no sabriamos que existe.
Cualquier espejo es una posibilidad de aceptar, de ver más allá de lo obvio, de ver profundamente.

jueves, 22 de enero de 2009

El objetivo de la vida es nacer plenamente,



VIVIR, es nacer a cada instante"

La vida es un singular regalo y nada es imposible.

¿En cuántos momentos de nuestra existencia no hemos anhelado un pequeño gesto que, dado a tiempo, nos hubiera iluminado el día y nos hubiera permitido “recargar las baterías”.

¿Cuándo fue la última vez que elogiaste a una persona?

¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste con alguno de los miembros de tu familia?

¿Cuando fue la ultima vez que le dijistes a tu hijo: te amo?

Parece mentira, pero es en nuestro propio hogar donde acostumbramos ser mezquinos con las palabras de elogio.

La madre sale desde muy temprano hacia el trabajo, retornando cansada, ¿Alguna vez, como hijo, le has dicho "Mama, gracias por tu esfuerzo"?

A la madre que trabaja fuera del hogar, haciéndose tan “polifuncional”, que al final no sabe uno en realidad en cuántas partes tuvo que dividirse para salir adelante.

Y en esa ardua tarea, tan a menudo silenciosa..., ¿quién al menos le ha expresado: "Gracias, mamá, por todo lo que haces por nosotros"?

Tambien a los hijos se les reprocha en forma constante su mala conducta, pero el día que se portaron bien..., ¿se les dijo alguna palabra de reconocimiento por ello?

¡Qué poder tan grande tienen las palabras!

¡Y como pueden transformarle el día a una persona, ya sea en forma positiva o negativa!

Por eso, aprendamos a darles valor. Dejemos de lado las frases hirientes y vacías, y empecemos a brindar mayores palabras de afecto y estímulo a aquellos seres con los que convivimos día con día, ya sea en nuestro hogar, trabajo, o grupo social.

Pero, no se trata de elogiar por elogiar. Se trata de brindar un reconocimiento sincero a las personas por aquellas acciones, aparentemente sin relevancia, que son dignas de alabanza y que de alguna manera han tenido un gran peso para nosotros.

Es el momento oportuno para empezar. Y que mejor forma de hacerlo que con nuestra propia familia.

Estoy segura que, desarmarás a más de uno con tus palabras...

Cuando sembramos semillas, a veces quisiéramos verlas nacer apenas caen en la tierra, pero en la naturaleza todo tiene su tiempo: para sembrar, tiempo para germinar, tiempo para crecer, tiempo para cosechar.

Hay semillas que nacen en forma rápida, pero la planta resultante es frágil y de vida poco duradera, mientras hay otras que son mucho más lentas al nacer (pueden tardar muchos años) pero después viven por mucho más tiempo, incluso siglos, y llegan a ser frondosos árboles que dan sombra a quien se les arrima y pueden resistir los embates del tiempo y de las tormentas.

El esfuerzo de cada instante en tu trabajo, en las labores del hogar o en la educación de nuestros hijos, es como sembrar semillas. Aunque la colaboración no haya sido agradecida, no se tenga oportunidad de aplicar algo que se estudió, o cada consejo que se da parezca como predicar en el desierto, tu constancia en el esfuerzo de hoy y mañana puede lograr lo que buscas (eso espero).

Ninguna semilla cae en vano; algunas nacerán tal vez a los muchos años, pero nacerán, por supuesto, sólo si han sido sembradas a su debido tiempo. Es imposible hacer nacer una semilla que nunca fue sembrada.

Para tener un árbol hay que sembrar varias semillas, y esperar con fe y paciencia que alguna germine. Tratemos de sembrar todos los días amor, comprensión, alegría en nuestra familia.

La familia es lo más importante cuidémosla.

DESDE UN ANTES Y UN DESPUES

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