DESDE UN ANTES Y UN DESPUES

Nací sin saber por qué. He vivido sin saber cómo. Y muero sin saber cómo ni por qué.
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DESDE UN ANTES Y UN DESPUES
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Para ver un lunar en nuestra cara es necesario mirarnos a un espejo, de otro modo no sabriamos que existe.
Cualquier espejo es una posibilidad de aceptar, de ver más allá de lo obvio, de ver profundamente.

sábado, 24 de diciembre de 2011

En estas fechas Navideñas, todos hablamos de amor...

Mi querida Ana, un año más de luces, espumillones, buenos deseos, felicidad  y la paradoja de dudar del beneficio de Amar intensamente. ¿Cuándo se ama suficiente?¿Cuándo es demasiado? ¿Cuándo sobra?¿Cuándo falta?...
Ana tengo “la sensación”, por no decir ¡certeza! De que tratamos o se trata,  el amor como moneda de cambio y creemos que se somete a los vaivenes y devaneos de algo que puede crecer y decrecer dependiendo del momento u circunstancia.
Amar no puede confundirse con depender de momentos o situaciones del momento. Amar es una condición en la que nos encontramos o no, pero siempre. No puede dividirse, ni ser más blanco o más negro. No puede durar poco o mucho. No puede ser pequeño o grande. Simplemente es. Y si es, lo tiene todo y siempre, no solo en momentos.
El amor no rompe con nada después de apagar las luces y guardar los espumillones. No requiere tiempo, porque está por encima y por debajo de él; tampoco espacio, porque se dilata sin límites de fronteras materiales. Tampoco esfuerzo, porque siempre es uno con nosotros, ni requiere una dedicación especial en meses y fechas determinadas.
Cuando el amor existe, todo el resto sobra. No admite calificativos, porque seria como pretender poner límite a algo que nunca los tuvo ni tendrá. Ni tampoco teme a nada, porque no tiene rival que lo reemplace. Es sereno y quieto. Es permanente y seguro. No duele. No pregunta. Comprende.
Te quiero Ana.
DESDE UN ANTES Y UN DESPUÉS