DESDE UN ANTES Y UN DESPUES

Nací sin saber por qué. He vivido sin saber cómo. Y muero sin saber cómo ni por qué.
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DESDE UN ANTES Y UN DESPUES
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Para ver un lunar en nuestra cara es necesario mirarnos a un espejo, de otro modo no sabriamos que existe.
Cualquier espejo es una posibilidad de aceptar, de ver más allá de lo obvio, de ver profundamente.

martes, 12 de julio de 2011

Enfoque crítico‏


La palabra crisis vio su origen en el griego krísis: decisión, momento decisivo. Deriva de krinó: yo decido, separo, juzgo. Crítico que es derivado de krísis proviene de kritikós: que juzga, que decide.
La crisis implica un momento decisivo, de cambio, en el cual se tiene que tener el criterio adecuado para decidir el rumbo que se va a imprimir a ese cambio o el camino que va a tomar frente a las vicisitudes emergentes.
La crisis, cualquiera sea su naturaleza, es siempre un proceso de transformación, de cambio, de mutación.
La vida es una sinfonía en perfecto movimiento. La incertidumbre es columna vertebral de la existencia. Una gran certidumbre es que la vida es incierta. Incierta y angustiante a la vez, y eso la hace fascinante. No hay nada absolutamente determinado, por ello disponemos de un margen considerable de libertad, de responsabilidad para discernir y decidir el modo y el sentido de nuestro hacer.
Ahora bien, todo cambio, toda transformación, es decir, toda crisis puede tener un curso favorable o desfavorable. Ambas posibilidades están implícitas y abiertas, pues son inherentes a la crisis.
La crisis ofrece siempre dos facetas: la que designa la noción de peligro y la que hace mención a la oportunidad, de lo contraio no es crisis.

A la sabiduría popular china pertenece la siguiente reflexión: No existe tormenta, por más amenazantes y negras que sean sus nubes, que no termine produciendo agua pura y cristalina.
Toda crisis es, en el fondo, un drama. Pero drama con la concepción que, de él, tenían los griegos. Para los antiguos helenos había tres géneros teatrales:
a) La comedia (del griego komoidia: fiesta con cantos y bailes) que siempre tenía destinado un final feliz; porque guiaban a los protagonistas de la historia, los hados fastos o favorables.
b) La tragedia (del griego tragoidia: canto heroico) que estaba signada por el dolor lacerante y desgarrador de un mal final. Los hados nefastos o desfavorables se encargaban, en este caso, de conducir a los personajes a su irremediable fin.
c) El drama (del griego drao: yo obro, yo hago: cuyo final era abierto, una incógnita que se iba develando en el transcurso de la representación (como en la vida) y que dependía de la habilidad, o no, con que los personajes iban evolucionando y superando los planteamientos de la trama. Enhebrando los hilos para dar textura a un final de comedia, o entretejiéndolos hasta configurar un final trágico, pero siempre abierto, incierto, enigmático.
Nuestra existencia es dramática. Somos protagonistas de una trama cuyas hebras vamos entrelazando, punto tras punto, hasta configurar ese diseño peculiar y personal, esa obra original que constituye cada vida humana. Cada crisis, las sucesivas crisis conforman el escenario para que el actor desempeñe su rol. Y, también, son la tela para que cada artista deje su impronta, su sello distintivo.
En cada crisis, nuestra existencia pasa por una fase plena de dificultades, y rica en posibilidades de renovación. Como cita Ferrater Moras: En virtud de la crisis se abre una especie de “abismo” entre un pasado –que ya no se considera vigente e influyente– y un futuro –que todavía no está constituido. Pero así como se abre el abismo que cita el filósofo español, también la crisis termina construyendo un puente entre el pasado y el futuro.
Si se toma la vertiente negativa o de peligro, la crisis representa una ruptura con el pasado. En tanto que, si se desliza por su vertiente positiva o constructiva, la crisis representa una apertura a un futuro venturoso.
Si crisis implica cambio, transformación, cada crisis ofrece el surgimiento de algo nuevo. De ahí que en toda crisis haya un nacimiento y una renovación.

Arribar a cada etapa de nuestra existencia significa haber superado una crisis vital que originó un nuevo desarrollo personal.
Cada hito que mencionaré a continuación representa una crisis superada, un momento decisivo y transformador:
En la concepción, se nace a la vida.
En el parto, se nace al mundo.
En la niñez, se nace al asombro.
En la pubertad, se nace a la conciencia reflexiva.
En la adolescencia, se nace a la libertad.
En la adultez, se nace a la responsabilidad.
En la ancianidad, se nace a la sabiduría.
En la muerte, se nace a la eternidad.

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