La ternura encuentra un espacio para desarrollar su extraordinario valor en los momentos de sufrimiento, tristeza, abatimiento, dolor, desesperación, desgracia o adversidad. La mano que acaricia o acompaña, la presencia firme y solidaría ante la injusticia, la llamada o el mensaje en el que pocas palabras se convierten en un cimiento, son actos elocuentes de ternura.
Expresar el afecto, saber escuchar, hacerse cargo de las preocupaciones y problemas del otro, comprender, saber acariciar, saber cultivar el detalle, acompañar, estar física y anímicamente en el momento adecuado, son actos de entrega generosa y espontánea, cargados de valor y significado, creadores de los grandes momentos de la Vida.
Y es que, en el amor no hay nada pequeño.
Esperar las grandes ocasiones para expresar la ternura nos lleva a perder las mejores oportunidades que nos brinda lo cotidiano para hacerles saber a los que amamos cuan importantes es para nosotros su existencia, su presencia, su compañía. Es en el pequeño gesto cargado de sentido, donde se manifiesta la ternura. El amor todo lo puede, y si cabe más aún a través de la ternura.
DESDE UN ANTES Y UN DESPUÉS