Mi querida Ana, un año más de luces, espumillones, buenos deseos, felicidad y la paradoja de dudar del beneficio de Amar intensamente. ¿Cuándo se ama suficiente?¿Cuándo es demasiado? ¿Cuándo sobra?¿Cuándo falta?...
Ana tengo “la sensación”, por no decir ¡certeza! De que tratamos o se trata, el amor como moneda de cambio y creemos que se somete a los vaivenes y devaneos de algo que puede crecer y decrecer dependiendo del momento u circunstancia.
Amar no puede confundirse con depender de momentos o situaciones del momento. Amar es una condición en la que nos encontramos o no, pero siempre. No puede dividirse, ni ser más blanco o más negro. No puede durar poco o mucho. No puede ser pequeño o grande. Simplemente es. Y si es, lo tiene todo y siempre, no solo en momentos.
El amor no rompe con nada después de apagar las luces y guardar los espumillones. No requiere tiempo, porque está por encima y por debajo de él; tampoco espacio, porque se dilata sin límites de fronteras materiales. Tampoco esfuerzo, porque siempre es uno con nosotros, ni requiere una dedicación especial en meses y fechas determinadas.
Cuando el amor existe, todo el resto sobra. No admite calificativos, porque seria como pretender poner límite a algo que nunca los tuvo ni tendrá. Ni tampoco teme a nada, porque no tiene rival que lo reemplace. Es sereno y quieto. Es permanente y seguro. No duele. No pregunta. Comprende.
Te quiero Ana.
DESDE UN ANTES Y UN DESPUÉS